martes, junio 19, 2007

¿podemos cambiar el clima ? parte 2

Como domar un huracán

Cada año en la temporada de huracanes, enormes tormentas con vientos superiores a los 120 kilómetros por hora recorren los océanos del mundo. Cuando golpean áreas muy pobladas, matan a miles de personas y causan daños materiales que llegan a los miles de millones de dólares y nada, absolutamente nada, es capaz de interponerse en su camino.

Aplicar tecnologías de modificación climática para disipar huracanes o tratar de controlar su dirección todavía está en proceso de investigación y algunas propuestas caen en el terreno de la especulación. Sin embargo existe ya una larga historia de intentos, algunos de los cuales han resultado exitosos al menos parcialmente.

Stormfury (furia de tormenta) desarrollado entre 1961 y 1971 por la Marina norteamericana y el servicio federal de meteorología fue uno de los proyectos más ambiciosos para el control de huracanes. El proyecto buscaba disolver los huracanes antes de que golpearan las costas americanas. Para ello se enviaron temerarias misiones a sembrar con yoduro de plata las paredes del ojo del huracán. Según el plan, el aumento de lluvia debía restarle fuerza a los vientos. Las primeras cuatro misiones reportaron un descenso de entre un 10 y un 30 por ciento en la velocidad de los vientos. Sin embargo las siguientes cuatro misiones no logran el objetivo con lo que se decidió terminar el proyecto.

Otra interesante propuesta de fue presentada por Ross N. Hoffman, un meteorólogo reconocido y vicepresidente de una firma de consultoría ambiental, en la revista Scientific American. Hoffman dice que es posible domar huracanes o al menos desviarlos de las grandes ciudades, de hecho él ya lo ha logrado… de manera virtual. En simulaciones de computadora Hoffman experimentó con los huracanes Andrew e Iniki, los más fuertes de 1992, y consiguió desviar las tormentas virtuales 60 millas aumentando dos grados en la temperatura de las corrientes ascendentes en el centro del huracán. El gran problema es que actualmente no hay tecnologías que logren tal efecto. Hoffman imagina un futuro con satélites capaces de colectar energía solar y transformarla en un rayo de microondas. La idea al más puro estilo de las películas de James Bond, es disparar desde los satélites un rayo que alcance la tormenta e incremente su temperatura interior para modificar su curso.

Damian R. Wilson, meteorólogo del servicio británico del clima, piensa que ha encontrado una forma de ahogar los ciclones. La fuente de energía de estas tormentas es la humedad y calor que toman de la superficie del mar y al entrar a tierra los huracanes se desvanecen pues pierden este aporte de energía. la propuesta de Wilson es imitar estas condiciones recubriendo la superficie del océano con una fina película de aceite biodegradable.

La idea es manejada también por un grupo de investigadores del Massachussets Technological Institute. El grupo de investigadores que coordina, piensan que recubriendo el océano con una capa de tan solo una molécula espesor será suficiente para ahogar una tormenta así. El problema es que el olaje rompe la capa creando huecos a través de los cuales el huracán puede respirar. “Necesitamos encontrar un aceite capaz de repararse a sí mismo rápidamente una vez pasada la ola” dice Moshe Alamaro, uno de los miembros el equipo. La empresa petrolera Chevron se ha interesado por el proyecto proveyendo varios tipos de aceites y los fondos para la investigación.

Claro que puestos a imaginar “no hay escasez de sugerencias” dice Hoffman, Existen propuestas que van desde utilizar bombas nucleares hasta enfriar el océano arrastrando icebergs desde el polo a los mares tropicales.

Reparando la máquina del clima.

El pasado mes de febrero el Panel Intergubernamental de la ONU sobre cambio climático presentó su cuarto informe. En el documento se establece que el clima del planeta ha cambiado incrementando su temperatura. Dichos cambios podrán verse reflejados en la magnitud y frecuencia de desastres naturales como sequías, huracanes e inundaciones.

Es claro que ya hemos modificado la atmósfera el planeta descargando en ella aerosoles contaminantes y gases que promueven el efecto invernadero. Esto representa un riesgo para el clima y algunos piensan que estamos obligados a preparar un remedio señala Spencer Weart en su libro “el descubrimiento del calentamiento global”.

Las ideas desarrolladas para combatir el calentamiento global son conocidas como Geoingeniería. Muchas de ellas son “Ideas que podrían ser vista como locuras tan solo el año pasado, pero que ahora son reconsideradas con seriedad” declaró el Dr. Roger Angel, miembro de la Royal Academy en un artículo publicado en septiembre del año pasado por un periódico australiano.

Roelof Bruintjes, de Nacional Center for Atmospheric Research explica que las nuevas tecnologías de sensores e imagen satelital, así como el gran avance en los equipos de radar y la capacidad de cómputo de los equipos actuales, son un gran apoyo para la meteorología. “Hoy se cuenta con las herramientas que permiten obtener respuestas básicas que no era posible lograr en los 70´s , 80’s y 90’s”

El principal objetivo de estas ideas es disminuir la insolación del planeta y con ello enfriar el clima; una de ellas fue planteada por Eduard Teller, considerado el padre de la bomba de hidrógeno, consiste en liberar millones de pequeños globos plateados inflados con helio, para que desde las capas más altas de la atmósfera reflejen los rayos del sol de vuelta al espacio. Algunos de los miembros del equipo de Teller plantean una idea más radical, construir un espejo ajustable de 2,000 kilómetros de diámetro entre el sol y la tierra para reflejar la radiación solar antes de que alcance nuestro planeta.

Stephen Salter, profesor emérito de la Universidad de Edimburgo, cree que una forma más natural de enfriar el clima es fabricar nubes. En un artículo publicado por la revista Atmospheric Research, Salter visualiza una flota de de cientos de botes no tripulados equipados con gigantescos batidores que lancen a la atmósfera agua de mar pulverizada en spray. Al calentarse y evaporarse, formará una mayor cantidad de nubes. El agua pulverizada también transportará pequeñas partículas de sal que crearan más gotas de agua incrementando la densidad de las nubes y con ello su capacidad de reflejar la luz solar.

El clima como arma.

Poder controlar el clima a voluntad implica tener a nuestra disposición una del las fuerzas más poderosas del planeta. El miedo no anda en burro y tan solo una búsqueda en Internet con el tema Guerra Climática nos arrojará 68,000 páginas. En cada una de ellas, imitadores de Fox Mulder y Dana Scully hablan de cómo los ejércitos el mundo ya han puesto sus manos en el control del clima.

Una gran parte de ellos hacen referencia a un el documento titulado “Weather as a Force Multiplier: Owning the Weather in 2025” (el clima como un multiplicador de fuerza: poseer el clima en el año 2025) creado en 1996. El objetivo del trabajo era examinar los conceptos, capacidades y tecnologías que los Estados Unidos requerirían para mantener el liderazgo en el aire y el espacio en el futuro. La solución encontrada por este grupo de oficiales fue utilizar el clima como un elemento de control.

Los autores del reporte explican que varias de las tecnologías actualmente disponibles lograrán, en un periodo de 30 años, ofrecer a cualquiera que tenga los recursos suficientes, la capacidad de modificar los patrones climáticos y sus efectos por lo menos a escala local. Si bien el reporte se presenta como un desarrollo ficticio de situaciones y escenarios futuros, sus autores enfatizan que “las tecnologías están allí, esperando a que nosotros las pongamos todas juntas”.

Hasta el momento el único intento de usar el clima como arma es el proyecto Popeye. El proyecto, llevado a cabo entre 1966 y 1972, consistió en misiones aéreas cuyo objetivo fue sembrar las nubes sobre Vietnam en un intento por prolongar la temporada de monzones y con ello anegar el avance de las tropas enemigas. Si bien la lluvia cayó, no hubo mucha evidencia para determinar que esto fuera una ventaja para el ejército americano. Cuando los detalles del proyecto llegaron a la luz pública, la ONU convocó a un tratado internacional que prohibió el uso hostil de cualquier técnica de control del clima.

Inaugurada a principios de los noventas, la instalación HAARP ( Programa de investigación en alta frecuencia y actividad boreal) en Alaska, es probablemente el mayor generador de teorías de conspiración sobre control del clima. La instalación militar desclasificada consiste en un gran campo de antenas. Su función es realizar experimentos sobre el comportamiento y funcionamiento de la Ionosfera, una de las últimas capas de la atmósfera terrestre. No es un secreto para los radio aficionados que bajo ciertas circunstancias esta capa de la atmósfera es capaz de reflejar señales más allá del horizonte lo que permite un mayor alcance para estos equipos de comunicación. De acuerdo con la página electrónica del HAARP, son estos efectos sobre los que se investiga en el proyecto. El objetivo es poder usar la ionosfera para desarrollar tecnologías que permitan comunicaciones con los submarinos aun bajo el agua. Además el dominar este “rebote” permitiría a los radares detectar objetivos más allá del horizonte eliminando el obstáculo de la curvatura terrestre. De acuerdo con las teorías de los “conspirólogos” la instalación es capaz de irradiar con microondas objetivos militares en diferentes partes del mundo y con ello alterar el clima. Al revisar los datos técnicos ofrecidos en la página web el proyecto, es posible ver que ninguna de las antenas del conjunto es orientable por lo que la energía solo puede ser dirigida a la atmósfera sobre esta instalación. Así mismo la potencia emitida por las antenas representa tan solo una pequeña parte de la cantidad requerida para lograr un recalentamiento de esa naturaleza. Este y otros efectos sugeridos solo son material para una futura edición de los Expedientes X.

lunes, junio 18, 2007

¿Podemos cambiar el clima? Parte 1


El clima lo domina todo en la vida del ser humano, dónde vivimos, lo que comemos, lo que vestimos y hasta de qué hablamos. Nuestros antepasados vieron en los fenómenos atmosféricos, la mano de seres divinos que controlaban a voluntad nuestra existencia. En los años setentas, los meteorólogos nos empezaron a decir que la humanidad estaba sentada sobre el control remoto, oprimiendo, sin saberlo, los botones del clima terrestre. La ciencia de la modificación del clima nos permitió alcanzar ese control y poco a poco comenzamos a entender para qué sirven algunos botones. El reto ahora es saber si los programas que podemos ver son aptos para nosotros.

Hablamos continuamente del clima, que si hace mucho calor, que si hace mucho frío que si llueve demasiado o muy poco. Ante un incómodo silencio en el elevador es el más socorrido de los temas. Para muchos hablar es pérdida de tiempo y prefieren hacer algo con el clima. Se entiende por control del clima o modificación del clima la aplicación consciente de tecnologías encaminadas a lograr la alteración de fenómenos meteorológicos para que favorezcan la actividad humana o su confort. Esto es opuesto al concepto de cambio climático donde las variaciones en las condiciones ambientales son debidas al impacto de la civilización sobre el medioambiente terrestre.

De acuerdo con Roelof T. Bruintjes, investigador del Nacional Center for Atmospheric Researh en Colorado EUA, las tecnologías actualmente disponibles para el control climático están estrechamente vinculadas con la administración de los recursos acuáticos y en algunos casos con suavizar catástrofes climáticas.

En los registros anuales publicados por la Weather Modification Organization, una agrupación norteamericana abocada a la investigación y difusión de estas tecnologías, 24 países declaran llevar a cabo más de mil proyectos encaminados a la modificación del clima. Bruintjes señala que estas cifras sólo se refieren a los países que reportan tales datos y que por lo menos otros 10 países llevan a cabo experimentos sin dar información de ellos.

En un artículo presentado por T.P. DeFelice en la Conferencia de Modificación del Clima de 2005 explica que muchos problemas socioeconómicos contemporáneos se deben a la falta de disponibilidad de agua y advierte que para el año 2020 más de un 40% de la población mundial vivirá en áreas con escasez de este líquido, donde las tecnologías para el control del clima pueden ser aplicadas con éxito para facilitar el ciclo del agua.

Tal es la importancia social y política del asunto que en 2006 el senador Kay Bailey Hutchinson presentó ante el congreso norteamericano una propuesta de ley para crear el Consejo Nacional para la Operación e Investigación de Modificación Climatológica. Este hecho refuerza la recomendación hecha en 2003 por la Academia Nacional de Ciencias estadounidense, para llevar a cabo un esfuerzo sostenido de investigación encaminado a la modificación del clima.

Con 60 años de existencia, la ciencia del control climático aun esta en pañales y sus resultados son causa de fuertes debates en la comunidad científica. Pero es un hecho que en los años venideros requeriremos herramientas más confiables que un cuchillo en la tierra o una novena a San Isidro labrador para lograr el clima perfecto.


Que llueva, que llueva, la virgen de la cueva

En 1946 Vincent Schaefer, un investigador de la General Electric, inició la ciencia de la modificación climática cuando, armado con sus teorías y un kilo de hielo seco pulverizado, voló dentro de una nube en los cielos de Massachussets para vaciar en ella su cargamento

Junto con otros investigadores de la GE, Schaefer había estado estudiando los procesos físicos que se llevan acabo dentro de las nubes para que llueva o no. El experimento buscaba probar que las partículas de hielo eran capaces de provocar la condensación de la humedad en la nube al funcionar como núcleos para la formación de cristales de hielo más grandes que por su peso se precipitarían al suelo en forma de lluvia o nieve dependiendo de la temperatura. Más tarde ese año otro investigador, Bernard Vonnegut sustituyó el hielo seco por yoduro de plata, una sal con gran capacidad para absorber humedad y que surte un mejor efecto. Si bien la técnica despertó el escepticismo de muchos meteorólogos, para principios de los años cincuenta el 10 por ciento de los cielos americanos eran “sembrados” por empresas comerciales que ofrecían sus servicios para hacer llover.

Las propuestas y los resultados motivaron el interés del gobierno americano y durante los siguientes 30 años el gobierno norteamericano destinó cientos de millones de dólares en proyectos de investigación que pudieran incrementar la lluvia, minimizar el daño agrícola por granizo y disminuir la niebla sobre los aeropuertos.

El proyecto más extenso de sembrado de nubes fue desarrollo por científicos del NCAR en los estados de Coahuila para tratar de terminar con la sequía que azotaba ese estado a principio de los años noventa. De todas las misiones lanzadas, 99 de ellas lograron incrementar un 40% la precipitación, de acuerdo con el coordinador del proyecto Brant Foote.

60 años después, la técnica de sembrar nubes con productos glacigénicos como el hielo seco o el ioduro de plata es la más aceptada y usada en la ciencia de control del clima. La comunidad científica reconoce que esta técnica es capaz de incrementar un 10% la cantidad de precipitación que alcanza el suelo (comparada con la resultante de procesos naturales) cuando el sembrado se realiza bajo condiciones atmosféricas favorables, explica el documento de T.P. DeFelice.


Como domar un huracán

Cada año en la temporada de huracanes, enormes tormentas con vientos superiores a los 120 kilómetros por hora recorren los océanos del mundo. Cuando golpean áreas muy pobladas, matan a miles de personas y causan daños materiales que llegan a los miles de millones de dólares y nada, absolutamente nada, es capaz de interponerse en su camino.

Aplicar tecnologías de modificación climática para disipar huracanes o tratar de controlar su dirección todavía está en proceso de investigación y algunas propuestas caen en el terreno de la especulación. Sin embargo existe ya una larga historia de intentos, algunos de los cuales han resultado exitosos al menos parcialmente.

Stormfury (furia de tormenta) desarrollado entre 1961 y 1971 por la Marina norteamericana y el servicio federal de meteorología fue uno de los proyectos más ambiciosos para el control de huracanes. El proyecto buscaba disolver los huracanes antes de que golpearan las costas americanas. Para ello se enviaron temerarias misiones a sembrar con yoduro de plata las paredes del ojo del huracán. Según el plan, el aumento de lluvia debía restarle fuerza a los vientos. Las primeras cuatro misiones reportaron un descenso de entre un 10 y un 30 por ciento en la velocidad de los vientos. Sin embargo las siguientes cuatro misiones no logran el objetivo con lo que se decidió terminar el proyecto.

Otra interesante propuesta de fue presentada por Ross N. Hoffman, un meteorólogo reconocido y vicepresidente de una firma de consultoría ambiental, en la revista Scientific American. Hoffman dice que es posible domar huracanes o al menos desviarlos de las grandes ciudades, de hecho él ya lo ha logrado… de manera virtual. En simulaciones de computadora Hoffman experimentó con los huracanes Andrew e Iniki, los más fuertes de 1992, y consiguió desviar las tormentas virtuales 60 millas aumentando dos grados en la temperatura de las corrientes ascendentes en el centro del huracán. El gran problema es que actualmente no hay tecnologías que logren tal efecto. Hoffman imagina un futuro con satélites capaces de colectar energía solar y transformarla en un rayo de microondas. La idea al más puro estilo de las películas de James Bond, es disparar desde los satélites un rayo que alcance la tormenta e incremente su temperatura interior para modificar su curso.

Damian R. Wilson, meteorólogo del servicio británico del clima, piensa que ha encontrado una forma de ahogar los ciclones. La fuente de energía de estas tormentas es la humedad y calor que toman de la superficie del mar y al entrar a tierra los huracanes se desvanecen pues pierden este aporte de energía. la propuesta de Wilson es imitar estas condiciones recubriendo la superficie del océano con una fina película de aceite biodegradable.

La idea es manejada también por un grupo de investigadores del Massachussets Technological Institute. El grupo de investigadores que coordina, piensan que recubriendo el océano con una capa de tan solo una molécula espesor será suficiente para ahogar una tormenta así. El problema es que el olaje rompe la capa creando huecos a través de los cuales el huracán puede respirar. “Necesitamos encontrar un aceite capaz de repararse a sí mismo rápidamente una vez pasada la ola” dice Moshe Alamaro, uno de los miembros el equipo. La empresa petrolera Chevron se ha interesado por el proyecto proveyendo varios tipos de aceites y los fondos para la investigación.

Claro que puestos a imaginar “no hay escasez de sugerencias” dice Hoffman, Existen propuestas que van desde utilizar bombas nucleares hasta enfriar el océano arrastrando icebergs desde el polo a los mares tropicales.