sábado, diciembre 15, 2012

Asesinos masivos, furia destructiva



Son descritos como sujetos aparentemente normales,  personas calladas que no se metían con nadie, hasta que de pronto inician una venganza contra el mundo que les rodea. Cualquiera que se atraviese en su camino es una victima potencial de su estallido emocional.

El dia de hoy  Adam Lanza, de 20 años, entro en un colegio de Connecticut en la localidad de Newtown y tras matar a su madre mató a 20 niños de entre 5 y 8 años, en lo que es ya uno de los mayores asesinatos en masa de la historia de Estados Unidos.
 En julio de este año, durante el estreno de “Batman”, James Holmes ingresó a un cine en Aurora, Colorado, disparó al público, matando 14 personas e hiriendo a 50.
Un año antes ,  Anders Behring Brevik, cargó un automóvil con explosivos y lo hizo explotar  frente a las oficinas del gobierno noruego en Oslo, matando a 8 personas.  Dos horas más tarde apareció en un campamento juvenil y durante 90 minutos disparó contra cualquiera que se atravesara en su camino, al final  93 personas habían muerto. Sus amigos hablan de él como una persona religiosa y conservadora.
Estas tragedias se suman a Columbine, Virginia, Port Arthur en Tazmania, Jokela en Finlandia y Akihabara en Japón, entre muchos otras. Cada vez que un crimen así sucede, el mundo entero se pregunta: ¿Qué salió mal? ¿Por qué una persona puede acumular  tanto odio contra su comunidad?  ¿ Hay forma de evitar que esto vuelva a suceder?
La Psicología, la medicina y la sociología estudian estos casos tratando de definir los factores que ocasionan un ataque así y lo más importante: buscando las claves que permitan detener al siguiente asesino, quien sin lugar a dudas ya camina  por las calles de alguna ciudad, como una bomba de tiempo esperando solamente la gota que termine por derrame el vaso de su rencor.

Historia de un mal civilizado.

En Estados Unidos es llamado  “Spree killing” o “Rampage killing”,  en Malasia es conocido como meng-âmok , para los países nórdicos el nombre es Berserk y en Puerto Rico le llaman mal de pelea. A final de cuentas todos estos nombres definen un mismo comportamiento: la aparición de una conducta violenta en la que una persona, sin una causa explicable, es poseído por un impulso homicida y se da a la tarea de eliminar a todo aquel que se cruce por su camino.

El doctor Manuel L. Saint Martin  en un artículo publicado en Journal of Clinical Psychiatry , explica que este tipo de conductas fue descrito por primera vez  en 1770 por el capitán  James Cook en los diarios de sus viajes por la polinesia. Cook describe que los meng-âmok (“loco de furia” en malayo) eran individuos que se lanzaban en un frenético ataque contra otros miembros de la villa o animales para matarlos o mutilarlos. Estos ataques involucraban un promedio de 10 victimas y terminaban cuando el sujeto era sometido, lo que involucraba frecuentemente ser asesinado por otros miembros de la tribu. 

En la mitología malaya, el ataque amok era causado por el “hantu belian”, un espíritu maligno que se apoderaba del cuerpo de la persona y lo llevaba a cometer los asesinatos sin que el sujeto tuviera conciencia de ello. Debido a que esto era parte de sus creencias religiosas, las tribus de malasia veían estos crímenes como algo normal, a pesar de sus trágicas consecuencias.

 En años posteriores conductas similares se observaron en tribus primitivas de Filipinas, Laos, Papua Nueva Guinea y Puerto Rico. El Dr. Saint Martin  cita la descripción de un ataque ocurrido en 1846: “En la provincia de Penang, un respetable anciano repentinamente comenzó a disparar matando a 3 villanos e hiriendo a otros 10. Fue capturado y llevado a juicio donde la evidencia reveló que la esposa y el único hijo del anciano habían muerto recientemente.  Después de su perdida el hombre había quedado mentalmente perturbado.”

Hasta 1849 la conducta era estudiada como una curiosidad antropológica pero a partir de ese año fue clasificada como una condición psiquiátrica ya que las observaciones registradas de estos crímenes y el estudio de los casos revelaron que la mayoría de los asesinos amok presentaban algún tipo de enfermedad mental.

Durante más de dos siglos, observaciones similares cimentaron la creencia de que la conducta estaba íntimamente ligada a  factores culturales que solo existían en estas culturas. Para todos los entendidos la culpable de los asesinatos, era la cultura malaya en la que se desarrollaba el homicida. Sin embargo al paso del tiempo, los casos de ataques Amok disminuyeron y para mediados del siglo 20 ya casi no existen descripciones.

Manuel Saint Martin relata que el decremento fue explicado como el resultado de la colonización occidental de estos pueblos y el consiguiente cambio en las estructuras culturales. Inexplicablemente, al mismo tiempo, en las sociedades industrializadas de occidente empezaron a suceder crímenes que tenían una gran semejanza con el comportamiento Amok, pero bajo la creencia que la conducta era un fenómeno cultural de tribus primitivas, dichos casos pasaron desapercibidos.

Es Joseph Westermeyer, un psiquiatra americano  de la universidad de Minesota,  quien retoma la palabra y la utiliza como término psiquiátrico denominando “Síndrome Amok” este tipo de crímenes. Actualmente la Organización Mundial de la Salud utiliza este término para definir "un episodio aleatorio, aparentemente no provocado de un comportamiento asesino o destructor de los demás, seguido de amnesia y/o agotamiento. A menudo va acompañado de un viraje hacia un comportamiento auto-destructivo, es decir, de causarse lesiones o amputaciones llegándose hasta el suicidio".

En el ámbito de la criminología el término utilizado es  “Spree Killing” si bien su definición es un poco vaga, de acuerdo con el FBI este tipo de crímenes implica dos o más asesinatos cometidos por uno o más individuos sin un periodo de “enfriamiento”. El concepto de “enfriamiento” es utilizado para distinguirlo de un asesino serial quien comete un asesinato a la vez y después de un tiempo vuelve a matar.

A pesar de lo que pudiera parecer, la estadística de estos crímenes no es muy alta. La revista Time en un artículo publicado en 2007 a raíz de los homicidios en el Tecnológico de Virginia explica que el índice de asesinatos en Estados Unidos en los que se cuentan 5 o más victimas representa menos del 1% de todos los homicidios de los últimos 25 años. Sin embargo esto no es ningún consuelo para la sociedad ni las familias de las victimas que son golpeadas por un acto tan inexplicable e inesperado como lo es un asesino Amok.


Cómo construir una bomba de tiempo.

Cuando se estudian los casos de los asesinos Amok se descubre que el ataque no es una situación que se produzca al azar o como resulta de un capricho. Es un caldo que se cocina por un largo tiempo y tiene muchos ingredientes complejos. Las personas no cambian a un estado violento solo por impulso, ni deciden enfrentar sus problemas a través del uso de violencia, explica la Dra Mary Ellen O'Toole, psicóloga del FBI, en su documento “The School Shooter: A threat assessment perspective” . Muy al contrario, el camino a la violencia es una evolución paulatina.


Desde las primeras observaciones del Síndrome en Malasia, los homicidas Amok fueron vinculados con algún tipo de condición psiquiátrica. Esta condición puede estar dada por un problema mental o daños en el cerebro del asesino. Durante la autopsia de Charles Whitman, un asesino Amok que en los años 60’s disparó desde la torre de la universidad de Austin Texas, los forenses encontraron un tumor cuya ubicación pudiera explicar su conducta violenta.  Los estudios del cuerpo de James Oliver Huberty, quien en 1984 atacó un Mc Donalds en San Ysidro California, encontraron niveles asombrosos de cadmio en sus tejidos, probablemente a causa de su trabajo como soldador. En su entrevista de salida, Huberty explicó que renunciaba a ese empleo “porque los vapores lo estaban volviendo loco” .

Más comunes y problemáticas que las heridas en el tejido cerebral han resultado las heridas a la psique de estos personajes. Para el tirador de la Universidad de Austin, Charles Whitman, los problemas comenzaron con la exigencia de su padre, un hombre autoritario y difícil de complacer que demandaba sus hijos solo perfección. En su libro “Spree Killers”el periodista Niguel Cawthorne relata que nada de lo que hiciera Whitman satisfacía a su padre quien además era un golpeador que castigaba físicamente los bajos estándares de su hijo. Los niños no eran las únicas victimas del Sr. Whitman. Justamente este comportamiento violento fue la causa del divorcio de los padres de Whitman.

Seung Hui Cho, el atacante que causó la muerte a 32 personas en el Tecnológico de Virginia, comenzó sus días siendo un infante frágil y enfermizo. Aun  a sus 23 años el informe de la autopsia registra falta de musculatura. En el informe preparado por el Panel que reviso las causas y sucesos de la masacre para el Gobierno del Estado de Virginia se analiza el abuso que recibía de algunos compañeros, debido a su timidez y su forma de caminar. Además el informe recaba que su desarrollo emocional se detuvo como resultado de un mutismo selectivo que le impedía cualquier socialización, un gran problema cuando su concepto de éxito estaba basado en el reconocimiento de sus compañeros y maestros.

Los motivos del lobo

La autoestima es un gran componente de la maldad es la tesis que presenta el Dr. Roy F. Baumeister, profesor de psicología e investigador de la Universidad Estatal de Florida en su libro “Evil: Inside human violence and cruelty”. Según el Dr. Baumeister la gente que comete actos malévolos tienden a tener un irreal concepto de ellos mismos y cuando esta imagen es atacada tienden a desquitarse de manera desproporcionada.

Para W. Walter Menninger, Director de la Clínica Menninger y miembro distinguido de la Asociación Americana de Psicoanálisis, el camino a la violencia comienza cuando se mal interpreta el estímulo de una frustración o un daño que puede ser real o imaginario. El estimulo es interpretado como  una amenaza al individuo con lo que se desencadenan varios grados de ansiedad y la sensación de estar en una situación que implica “pelear o huir”. Dependiendo de la intensidad del daño o amenaza y estado de la autoestima, la respuesta puede ir desde enojo a furia y de ahí a una conducta violenta. Este tipo de asesinos explica Menninger por lo general poseen una historia de fracasos ya sea en sus relaciones sociales, su trayectoria laboral o estudiantil.

Los asesinos masivos son personas muy frustradas y la respuesta inmediata ante la frustración es la agresión explica la Dra. Feggy Ostrosky, Directora del Laboratorio de Neuropsicología y Psicofisiología de la Facultad de Psicología  de la UNAM. Debido a problemas psicológicos o neurológicos la agresión no es manejada adecuadamente y se manifiesta en sentimientos hostiles que van creciendo con el paso de mucho tiempo, hasta que una situación cotidiana o la acumulación de tanto odio por tanto tiempo, hacen que la víctima se vuelva victimario.

Los asesinos masivos ven en sus víctimas al enemigo a vencer. Culpan a la sociedad de su frustración y  tales situaciones los llevan a un encuentro final con la fuente de su frustración es decir la sociedad, o las instituciones ( la oficina o la escuela). Para poder acabar con lo que más odian, ellos mismos, primero deben destruir a otros que representen lo que no ha podido obtener, lo que ha perdido o lo que el mundo les debe. El odio que sienten por ellos mismos es transferido a las victimas que el azar pone a su alcance.

Es como estar en arena movediza, entre más luchan por recuperar el control más se hunden en la espiral de fracaso. Hasta que llega un momento en que el enojo es demasiado y la necesidad de estar en control aunque sea una sola vez más se vuelve la única meta en su vida. Es por esto que una vez tomada la decisión, la planeación del ataque es algo con lo que el asesino fantasea. Planea y se prepara semanas meses e incluso años antes de que ocurra el tiroteo. Las armas y la planeación son justamente la ventaja que el Asesino Amok utiliza para cambiar la relación de poder con que interpretan su realidad. Al momento de llevar a cabo su plan, ellos son los que tienen el control y el poder de la situación en sentido opuesto a como perciben su entorno.

Sin embargo el plan nunca va más allá del tiroteo, y es que no desean sobrevivir al ataque. Casi todos los crímenes de esta naturaleza terminan con la muerte del perpetrador, ya sea por propia mano o por la intervención de la policía. La razón, explica la Dra. Ostroski, es que la ira contenida es tan grande que agredir a los demás no es suficiente y voltean la agresión hacia ellos mismos por lo que terminan suicidándose o haciendo que los maten

Vacunas contra la violencia.

Una vez que los servicios memoriales terminan y la prensa extrae hasta el último mórbido detalle de la matanza, son los investigadores en psicología forense, los neurólogos y los comités especializados quienes quedan con la más importante de las tareas: evitar que un hecho así se vuelva a presentar. A lo largo de estos últimos 10 años, el trabajo más importante ha sido el generar un perfil que permita identificar a las personas susceptibles de caer en el Síndrome Amok, sin embargo la labor no es sencilla A pesar de que estos individuos presentan una serie de conductas antes de atacar, construir su perfil puede ser muy problemático, explica el sociólogo de la Universidad John Hopkns, Joseph Gasper. Si se observa algunos de estos perfiles, se encuentran características que corresponden a un gran número de personas muchas de las cuales jamás han pensado siquiera dañar a su comunidad. Por otro lado, generar el perfil para estudiantes jóvenes como los que cursan la preparatoria, resulta muy difícil pues porque emocional y psicológicamente aun no se han terminado de desarrollar.

Algunas respuestas parecen estar en el desarrollo de políticas más estrictas para el control de armas y el seguimiento cuidadoso de pacientes diagnosticados con desordenes psicológicos y emocionales. En Estados Unidos la política es tomar en serio cualquier posible amenaza, nos cuenta la Dra. Ostroski, En las escuelas y universidades se monitorean las redes sociales y el internet y en cuanto un estudiante genera un texto o un comentario que implique conductas violentas se atienden de inmediato, la prueba de su efectividad es la notable reducción de episodios Amok en las escuelas norteamericanas.

De todas las emociones humanas, la ira es una de las más humanas,  la que peor manejamos y la que nos mete en más problemas. La tarea de evitar que algunos individuos alcancen niveles de frustración tan peligrosos parece complicada en una sociedad competitiva, fría y regida por la supremacía del más apto . Pero si en Malasia, la entrada del siglo XX pudo poner fin a los ataques Amok, significa que, oculto en algún lugar de la sociedad occidental, existe un rasgo que contiene la solución.