De lo perdido..lo que aparezca
En un reloj, cuando abrimos la tapa, sólo alcanzamos a ver algunas piezas. Viéndolas, determinamos claramente su funcionamiento y, con ello, intuimos que hay más piezas atrás, que no podemos ver y que deben estar allí para que el reloj funcione o, por lo menos, para sostener las piezas que sí podemos ver.
Nuestro universo es también así. Gracias a las piezas que podemos ver y entender conocemos las leyes básicas de su funcionamiento. A través de las leyes encontradas podemos hacernos una buena idea de qué piezas debe haber en el Universo para que se comporte de esa manera. Aquí es donde comienzan los problemas, pues de todas las piezas posibles y necesarias sólo conocemos un 5%. Este pequeño porcentaje son las estrellas, planetas, satélites, gases y polvo cósmico que percibimos. A todos estos cuerpos, los astrónomos les llaman “materia bariónica” y, básicamente, es todo aquello que podemos ver y que está compuesto de átomos, electrones, neutrones y demás lindezas. De toda esta materia bariónica sólo sabemos con certeza dónde está la mitad; de la otra mitad conocemos su existencia, pero no su ubicación.
Fabricio Nicastro es investigador del Centro de Astrofísica de Harvard, Estados Unidos. El año pasado publicó en la revista Nature (433, 495; 2005) un artículo “La masa perdida de los bariones en el medio intergalactico templado”, que brinda más información sobre esta incógnita.
Ya se había planteado en estudios anteriores que la materia bariónica faltante podría encontrarse escondida en las gigantescas nubes de gas caliente que rodean algunas galaxias. Pero debido a la altísima temperatura que existe dentro de ellas, la materia en su interior se encuentra en forma de átomos libres y tan dispersa que no era posible, hasta ahora, saber su composición.
Nicastro y su grupo desarrollaron un método a través del cual ha sido posible averiguar qué pasa en dos de éstas regiones intergalácticas. Se utilizaron las emisiones de rayos X de un cuásar de brillo muy intenso. Los cuásares, objetos muy brillantes ubicados en los confines del Universo podrían ser agujeros negros que conviven con una galaxia. Las emisiones de rayos X procedentes de éste cuásar en particular son capaces de atravesar las nubes de gas caliente debido a su gran intensidad. Así que calculando la energía que emite el cuásar, la que alcanza al salir de la nube y los cambios que experimenta, este grupo de investigación definió los elementos ocultos en dos nubes ubicadas en el Grupo Local, es decir, la Vía Láctea y las galaxias más cercanas a ella.
A partir de estos datos y suponiendo que las demás nubes intergalácticas son iguales, se hizo un cálculo de la materia que puede haber en ellas. La suma da como resultado un número que es justamente la materia bariónica faltante. Sin embargo, la comprobación de este supuesto no será fácil, pues no existen otros cuásares tan brillantes como el del experimento que puedan ser usados para analizar otras nubes de gas. De tal manera que los astrónomos deberán encontrar otra herramienta para seguir desarmando la compleja relojería de este Universo en el que vivimos.
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