El Transito de Venus de 1874, la primera aventura de la ciencia mexicana
Cuando
se camina por la inclinada calle de Momiji Zaka
en la ciudad japonesa de Yokohama,
el paisaje es interrumpido por la presencia de una inusual piedra en
forma de diamante. En el confuso mar de ideogramas que señalizan el puerto más
importante del Japón, sorprende mucho ver que labrada en la roca hay una frase
en perfecto español: “El Tránsito de Venus, 9 de diciembre de 1874”.
El
monumento es un homenaje del pueblo japonés a la odisea que cinco mexicanos
realizaron en el siglo XIX, impulsados solo por el afán de conocer. El
resultado de este viaje permitió que la vieja Europa conociera a México, no
solo como un país independiente, sino como una nación capaz de participar por
derecho propio en el concierto de la ciencia mundial.
“El tránsito de Venus
de 1874 fue un acontecimiento muy importante para los astrónomos en todo el
mundo” explica la Dra.
Susana Biro, investigadora y divulgadora de la Facultad de Ciencias de
la UNAM. “La
observación y medición de este fenómeno era una pieza fundamental para determinar la distancia de la Tierra al Sol. Los
intentos anteriores no habían logrado el dato con exactitud”. El tema se había
convertido en una cuestión de credibilidad para la astronomía, pues la gente no
entendía porque los astrónomos del mundo eran incapaces de lograrlo. Al mismo tiempo, una competencia internacional
se desató, ya que muchos países deseaban ser el primero en encontrar la solución.
Era el momento perfecto para crear una reputación y México estaba decidido a
intentarlo.
La expedición para
observar el tránsito de Venus sobre la cara del sol, la primera al extranjero,
marca el punto de nacimiento de la astronomía mexicana. El viaje por sí mismo
fue toda una aventura. Los astrónomos mexicanos tuvieron que recorrer la mitad del mundo en una época en la que el
tren, con sus 40 km
por hora, era el medio de transporte más veloz disponible. Saltando de tren en
tren y de barco en barco, la expedición atravesó el mundo en una carrera contra
el tiempo de la que muchos críticos no esperaban más resultado que un fracaso
seguro.
“¿El
señor va a viajar? – Preguntó asombrado Paspartú – Si -- respondió Phileas Fogg
– vamos a dar la vuelta al mundo en 80 días y no hay tiempo que perder“. En la novela, a Fogg solo le tomó un segundo
decidirse a aceptar la apuesta que sus compañeros del Reforma Club le hacían y
acto seguido se lanzó a la aventura. En el caso de la Comisión mexicana, la
idea apareció varias veces a lo largo de los tres años anteriores, sin embargo
no parecía prosperar. Fue hasta septiembre de 1874, tres meses antes del
tránsito de Venus, cuando un diputado planteó al Presidente Sebastián Lerdo de
Tejada que todavía quedaba tiempo suficiente para que una comisión mexicana
pudiera llegar al continente asiático a tiempo.
Tres días después, el presidente manda llamar al geógrafo Francisco Díaz
Covarrubias, quien resulta el candidato más idóneo para realizar la expedición.
“En esa época no había astrónomos profesionales, y mucho menos observatorios
astronómicos” aclara la
Dra. Susana Biro.
“Había sin embargo, varios ingenieros que conocían la cosmografía, la astronomía práctica
necesarias para realizar el trabajo.”
Díaz Covarrubias era probablemente el más reconocido de ellos.
Desde su juventud, Díaz Covarrubias había demostrado gran interés
por la astronomía. Sus capacidades habían quedado demostradas aun antes de
obtener su titulo. Según una anécdota que relata el Dr.
Marco
Arturo Moreno Corral, del Instituto de Astronomía de la UNAM : Cuando Díaz Covarrubias todavía era estudiante en el Colegio de Minería calculó
y dijo públicamente que el 25 de marzo de 1857 ocurriría un eclipse de sol y
que este sería visible en la ciudad de México. Toda la literatura disponible
expresaba lo contrario, así que muchos criticaron su anuncio. Sin embargo el
eclipse fue visible en México y ocurrió con tan solo dos segundos de diferencia a lo predicho por Díaz. Al término del
eclipse, fue ovacionado y terminó convirtiéndose en una especie de héroe
popular.
Durante la entrevista
entre el presidente y el geógrafo, la conversación se centra en la gran
interrogante: ¿Era posible llegar al punto de observación a tiempo para el
tránsito? “francamente me asaltaban mil
preguntas” escribe en su reporte final Francisco Díaz “era posible que la comisión contase con el
tiempo suficiente para trasladarse a una estación propia adecuada con la
anticipación indispensable? El viaje
implicaba recorrer 4,000 leguas, la mitad de ellas por mar, en plena temporada
de tormentas. Cualquier retraso arruinaría la carrera de los científicos
involucrados y haría de México, la burla del mundo.
Un preocupado Díaz
Covarrubias salió del despacho presidencial con el encargo de planear la
primera expedición científica de México al extranjero, en momentos en que los
astrónomos de países ya se encontraban en sus posiciones de observación o
estaban a punto de llegar a ellas.
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