¿Podemos cambiar el clima? Parte 1
El clima lo domina todo en la vida del ser humano, dónde vivimos, lo que comemos, lo que vestimos y hasta de qué hablamos. Nuestros antepasados vieron en los fenómenos atmosféricos, la mano de seres divinos que controlaban a voluntad nuestra existencia. En los años setentas, los meteorólogos nos empezaron a decir que la humanidad estaba sentada sobre el control remoto, oprimiendo, sin saberlo, los botones del clima terrestre. La ciencia de la modificación del clima nos permitió alcanzar ese control y poco a poco comenzamos a entender para qué sirven algunos botones. El reto ahora es saber si los programas que podemos ver son aptos para nosotros.
Hablamos continuamente del clima, que si hace mucho calor, que si hace mucho frío que si llueve demasiado o muy poco. Ante un incómodo silencio en el elevador es el más socorrido de los temas. Para muchos hablar es pérdida de tiempo y prefieren hacer algo con el clima. Se entiende por control del clima o modificación del clima la aplicación consciente de tecnologías encaminadas a lograr la alteración de fenómenos meteorológicos para que favorezcan la actividad humana o su confort. Esto es opuesto al concepto de cambio climático donde las variaciones en las condiciones ambientales son debidas al impacto de la civilización sobre el medioambiente terrestre.
De acuerdo con Roelof T. Bruintjes, investigador del Nacional Center for Atmospheric Researh en Colorado EUA, las tecnologías actualmente disponibles para el control climático están estrechamente vinculadas con la administración de los recursos acuáticos y en algunos casos con suavizar catástrofes climáticas.
En los registros anuales publicados por la Weather Modification Organization, una agrupación norteamericana abocada a la investigación y difusión de estas tecnologías, 24 países declaran llevar a cabo más de mil proyectos encaminados a la modificación del clima. Bruintjes señala que estas cifras sólo se refieren a los países que reportan tales datos y que por lo menos otros 10 países llevan a cabo experimentos sin dar información de ellos.
En un artículo presentado por T.P. DeFelice en la Conferencia de Modificación del Clima de 2005 explica que muchos problemas socioeconómicos contemporáneos se deben a la falta de disponibilidad de agua y advierte que para el año 2020 más de un 40% de la población mundial vivirá en áreas con escasez de este líquido, donde las tecnologías para el control del clima pueden ser aplicadas con éxito para facilitar el ciclo del agua.
Tal es la importancia social y política del asunto que en 2006 el senador Kay Bailey Hutchinson presentó ante el congreso norteamericano una propuesta de ley para crear el Consejo Nacional para la Operación e Investigación de Modificación Climatológica. Este hecho refuerza la recomendación hecha en 2003 por la Academia Nacional de Ciencias estadounidense, para llevar a cabo un esfuerzo sostenido de investigación encaminado a la modificación del clima.
Con 60 años de existencia, la ciencia del control climático aun esta en pañales y sus resultados son causa de fuertes debates en la comunidad científica. Pero es un hecho que en los años venideros requeriremos herramientas más confiables que un cuchillo en la tierra o una novena a San Isidro labrador para lograr el clima perfecto.
Que llueva, que llueva, la virgen de la cueva
En 1946 Vincent Schaefer, un investigador de la General Electric, inició la ciencia de la modificación climática cuando, armado con sus teorías y un kilo de hielo seco pulverizado, voló dentro de una nube en los cielos de Massachussets para vaciar en ella su cargamento
Junto con otros investigadores de la GE, Schaefer había estado estudiando los procesos físicos que se llevan acabo dentro de las nubes para que llueva o no. El experimento buscaba probar que las partículas de hielo eran capaces de provocar la condensación de la humedad en la nube al funcionar como núcleos para la formación de cristales de hielo más grandes que por su peso se precipitarían al suelo en forma de lluvia o nieve dependiendo de la temperatura. Más tarde ese año otro investigador, Bernard Vonnegut sustituyó el hielo seco por yoduro de plata, una sal con gran capacidad para absorber humedad y que surte un mejor efecto. Si bien la técnica despertó el escepticismo de muchos meteorólogos, para principios de los años cincuenta el 10 por ciento de los cielos americanos eran “sembrados” por empresas comerciales que ofrecían sus servicios para hacer llover.
Las propuestas y los resultados motivaron el interés del gobierno americano y durante los siguientes 30 años el gobierno norteamericano destinó cientos de millones de dólares en proyectos de investigación que pudieran incrementar la lluvia, minimizar el daño agrícola por granizo y disminuir la niebla sobre los aeropuertos.
El proyecto más extenso de sembrado de nubes fue desarrollo por científicos del NCAR en los estados de Coahuila para tratar de terminar con la sequía que azotaba ese estado a principio de los años noventa. De todas las misiones lanzadas, 99 de ellas lograron incrementar un 40% la precipitación, de acuerdo con el coordinador del proyecto Brant Foote.
60 años después, la técnica de sembrar nubes con productos glacigénicos como el hielo seco o el ioduro de plata es la más aceptada y usada en la ciencia de control del clima. La comunidad científica reconoce que esta técnica es capaz de incrementar un 10% la cantidad de precipitación que alcanza el suelo (comparada con la resultante de procesos naturales) cuando el sembrado se realiza bajo condiciones atmosféricas favorables, explica el documento de T.P. DeFelice.
Como domar un huracán
Cada año en la temporada de huracanes, enormes tormentas con vientos superiores a los 120 kilómetros por hora recorren los océanos del mundo. Cuando golpean áreas muy pobladas, matan a miles de personas y causan daños materiales que llegan a los miles de millones de dólares y nada, absolutamente nada, es capaz de interponerse en su camino.
Aplicar tecnologías de modificación climática para disipar huracanes o tratar de controlar su dirección todavía está en proceso de investigación y algunas propuestas caen en el terreno de la especulación. Sin embargo existe ya una larga historia de intentos, algunos de los cuales han resultado exitosos al menos parcialmente.
Stormfury (furia de tormenta) desarrollado entre 1961 y 1971 por la Marina norteamericana y el servicio federal de meteorología fue uno de los proyectos más ambiciosos para el control de huracanes. El proyecto buscaba disolver los huracanes antes de que golpearan las costas americanas. Para ello se enviaron temerarias misiones a sembrar con yoduro de plata las paredes del ojo del huracán. Según el plan, el aumento de lluvia debía restarle fuerza a los vientos. Las primeras cuatro misiones reportaron un descenso de entre un 10 y un 30 por ciento en la velocidad de los vientos. Sin embargo las siguientes cuatro misiones no logran el objetivo con lo que se decidió terminar el proyecto.
Otra interesante propuesta de fue presentada por Ross N. Hoffman, un meteorólogo reconocido y vicepresidente de una firma de consultoría ambiental, en la revista Scientific American. Hoffman dice que es posible domar huracanes o al menos desviarlos de las grandes ciudades, de hecho él ya lo ha logrado… de manera virtual. En simulaciones de computadora Hoffman experimentó con los huracanes Andrew e Iniki, los más fuertes de 1992, y consiguió desviar las tormentas virtuales 60 millas aumentando dos grados en la temperatura de las corrientes ascendentes en el centro del huracán. El gran problema es que actualmente no hay tecnologías que logren tal efecto. Hoffman imagina un futuro con satélites capaces de colectar energía solar y transformarla en un rayo de microondas. La idea al más puro estilo de las películas de James Bond, es disparar desde los satélites un rayo que alcance la tormenta e incremente su temperatura interior para modificar su curso.
Damian R. Wilson, meteorólogo del servicio británico del clima, piensa que ha encontrado una forma de ahogar los ciclones. La fuente de energía de estas tormentas es la humedad y calor que toman de la superficie del mar y al entrar a tierra los huracanes se desvanecen pues pierden este aporte de energía. la propuesta de Wilson es imitar estas condiciones recubriendo la superficie del océano con una fina película de aceite biodegradable.
La idea es manejada también por un grupo de investigadores del Massachussets Technological Institute. El grupo de investigadores que coordina, piensan que recubriendo el océano con una capa de tan solo una molécula espesor será suficiente para ahogar una tormenta así. El problema es que el olaje rompe la capa creando huecos a través de los cuales el huracán puede respirar. “Necesitamos encontrar un aceite capaz de repararse a sí mismo rápidamente una vez pasada la ola” dice Moshe Alamaro, uno de los miembros el equipo. La empresa petrolera Chevron se ha interesado por el proyecto proveyendo varios tipos de aceites y los fondos para la investigación.
Claro que puestos a imaginar “no hay escasez de sugerencias” dice Hoffman, Existen propuestas que van desde utilizar bombas nucleares hasta enfriar el océano arrastrando icebergs desde el polo a los mares tropicales.
4 Comments:
Perdón, pero este sistema no me deja registrarme, simplemente soy el "Pollito".
Ya releí tu escrito como mil veces y se me hace íncreible, si, que te hayas atrevido a escribir algo así. Mi conclusión es esta...
¡Adoras la tecnología y estás en contra de la naturaleza!
Hola Pollito:
Te agradezco el tiempo que inviertes en leer lo que aqui vamos acomodando. No puedo estar contra la naturaleza pues soy parte de ella, pero si confiezo mi facinación por los retos que la realidad plantea a nuestra raza y las soluciones que encuentran algunos para estos retos. Es simple curiosidad.
GRacias
como es posible que creas en lo que escribes..!!!
se nota que no sabes ni estas capacitado para hablar del tema.
Hola Incognito:
Ye agradezco la visita. Este es un foro abierto por favor indicanos en que estamos equivocados. Tu participación ayudará a correguir el error
Saludos
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