jueves, junio 14, 2012

El Transito de Venus de 1874...II


5 semanas en tren… y una en barco

Venus pasaría por la cara del sol el 9 de diciembre de 1874. Este fenómeno solo sería visible en su totalidad en el norte del continente asiático y en el sur de las islas del pacífico. Díaz Covarrubias elige buscar un punto de observación cerca de las costas del continente y se decide por Pekín o Shanghai. De acuerdo con sus informes, el geógrafo espera llegar a Pekín en 55 días. Si partían de México el 17 de septiembre, esperaban estar en China el 11 de noviembre, lo que le daría tiempo suficiente de preparar adecuadamente dos observatorios y realizar los trabajos previos.

A la media noche del 18 de septiembre, ya con un día de retraso del plan original, la comisión mexicana sale por tren de la capital. Al llegar a Orizaba las malas noticias comienzan a aparecer. Un telegrama los espera avisando que el vapor que los llevaría a Estados Unidos no atracaría en Veracruz debido a una avería. Otro barco, más pequeño y más lento lo sustituirían en la ruta, pero no tocaría ningún puerto americano. Además, en el puerto se ha desatado una epidemia de tifoidea. Para evitar un posible contagio deciden quedarse en Orizaba a esperar el barco.

Unos días después, otro telegrama les lleva la noticia que el barco sustituto ha llegado a Veracruz. Resignados, los científicos mexicanos suben al barco y parten rumbo a la isla de Cuba. Una semana después, Díaz Covarrubias y el resto de la comisión se encentran en camino, rumbo al puerto de  Filadelfia.

A punto de llegar al puerto americano, nuevamente se ven en problemas, tal como lo relata el propio Díaz Covarrubias: “a eso de las 6 de la mañana, llegó a abordarnos un médico de la Oficina de salubridad que debía pasar la visita de costumbre. Como no había ningún enfermo abordo, creímos que no habría obstáculo para desembarcar en Filadelfia. Grande fue nuestra sorpresa cuando se nos notificó que por venir de la Habana, infestada todavía por la tifoidea, quedaríamos en cuarentena durante dos días”. Con un retraso así, sería imposible llegar a San Francisco a tiempo para tomar el vapor al Japón. Viendo la misión en peligro, es el propio capitán del barco quien habla con el médico y las autoridades del puerto tratando de encontrar una solución. Las palabras del marino dan resultado y dos horas después los mexicanos son autorizados a desembarcar.

Tras un viaje “relámpago”  la comisión mexicana ha recorrido los 3200 kilómetros que separan Nueva York de San Francisco. En la bahía fondea el “Vasco de Gama”, más allá el Océano Pacifico y tras él, por fin, el continente asiático. Sin embargo el itinerario de los mexicanos lleva ya una semana de retraso y las posibilidades de llegar a Pekín a tiempo empiezan a verse amenazadas.

Dos mil leguas de viaje marino.

Japón era en esos tiempos una economía en desarrollo. Con algunos años de haberse abierto al mundo, el país hacia grandes esfuerzos por cambiar sus ancestrales estructuras para lograr la modernización del imperio. Junto a Díaz Covarrubias y sus compañeros viajaban unas 50 personas que buscaban un futuro más provechoso.

Como lo esperaban, la primera noche una tormenta cayó sobre ellos y los acompaño por el resto del viaje. La fuerza del viento era tremenda, lo que provocaba que grandes montañas de agua azotaran el barco cuyo vaivén alcanza los 90 grados de inclinación.

Aprovechando los escasos momentos de calma y el tiempo del viaje, Díaz y los otros se pusieron a trabajar adelantando algunos de los cálculos que serían necesarios para la observación. La principal preocupación de la Comisión era el retraso, gracias a los informes de algunos de los pasajeros, Díaz Covarrubias se enteró de que el clima en Japón durante el invierno era muy despejado, además sus compañeros de viaje elogiaban la gran cortesía con que el gobierno recibía a los extranjeros. La oportunidad de que en Japón el transito sería visible en su totalidad y que establecer en este país los observatorios permitía recuperar el tiempo perdido, hizo que la Comisión tomara la decisión cambiar de Pekín a Yokohama el destino final de la expedición.

Por su parte los otros astrónomos observaban las estrellas para recopilar los datos que permitirían establecer la posición geográfica de los campamentos una vez establecidos. Los cálculos sirvieron además como entrenamiento en el cálculo astronómico ya que algunos de los miembros de la Comisión no lo habían hecho antes.

El Transito de Venus de 1874, la primera aventura de la ciencia mexicana


Cuando se camina por la inclinada calle de Momiji Zaka  en la ciudad japonesa de Yokohama,  el paisaje es interrumpido por la presencia de una inusual piedra en forma de diamante. En el confuso mar de ideogramas que señalizan el puerto más importante del Japón, sorprende mucho ver que labrada en la roca hay una frase en perfecto español: “El Tránsito de Venus, 9 de diciembre de 1874”.

El monumento es un homenaje del pueblo japonés a la odisea que cinco mexicanos realizaron en el siglo XIX, impulsados solo por el afán de conocer. El resultado de este viaje permitió que la vieja Europa conociera a México, no solo como un país independiente, sino como una nación capaz de participar por derecho propio en el concierto de la ciencia mundial.

“El tránsito de Venus de 1874 fue un acontecimiento muy importante para los astrónomos en todo el mundo” explica la Dra. Susana Biro, investigadora y divulgadora de la Facultad de Ciencias de la UNAM. “La observación y medición de este fenómeno era una pieza fundamental para  determinar la distancia de la Tierra al Sol. Los intentos anteriores no habían logrado el dato con exactitud”. El tema se había convertido en una cuestión de credibilidad para la astronomía, pues la gente no entendía porque los astrónomos del mundo eran incapaces de lograrlo.  Al mismo tiempo, una competencia internacional se desató, ya que muchos países deseaban ser el primero en encontrar la solución. Era el momento perfecto para crear una reputación y México estaba decidido a intentarlo.

La expedición para observar el tránsito de Venus sobre la cara del sol, la primera al extranjero, marca el punto de nacimiento de la astronomía mexicana. El viaje por sí mismo fue toda una aventura. Los astrónomos mexicanos tuvieron que recorrer la  mitad del mundo en una época en la que el tren, con sus 40 km por hora, era el medio de transporte más veloz disponible. Saltando de tren en tren y de barco en barco, la expedición atravesó el mundo en una carrera contra el tiempo de la que muchos críticos no esperaban más resultado que un fracaso seguro.

La Media Vuelta al Mundo en 60 días.

“¿El señor va a viajar? – Preguntó asombrado Paspartú – Si -- respondió Phileas Fogg – vamos a dar la vuelta al mundo en 80 días y no hay tiempo que perder“.  En la novela, a Fogg solo le tomó un segundo decidirse a aceptar la apuesta que sus compañeros del Reforma Club le hacían y acto seguido se lanzó a la aventura. En el caso de la Comisión mexicana, la idea apareció varias veces a lo largo de los tres años anteriores, sin embargo no parecía prosperar. Fue hasta septiembre de 1874, tres meses antes del tránsito de Venus, cuando un diputado planteó al Presidente Sebastián Lerdo de Tejada que todavía quedaba tiempo suficiente para que una comisión mexicana pudiera llegar al continente asiático a tiempo.  Tres días después, el presidente manda llamar al geógrafo Francisco Díaz Covarrubias, quien resulta el candidato más idóneo para realizar la expedición. “En esa época no había astrónomos profesionales, y mucho menos observatorios astronómicos” aclara la Dra. Susana Biro.  “Había sin embargo, varios ingenieros que conocían  la cosmografía, la astronomía práctica necesarias para realizar el trabajo.”  Díaz Covarrubias era probablemente el más reconocido de ellos.

Desde su juventud,  Díaz Covarrubias había demostrado gran interés por la astronomía. Sus capacidades habían quedado demostradas aun antes de obtener su titulo. Según una anécdota que relata el Dr. Marco Arturo Moreno Corral, del Instituto de Astronomía de la UNAM : Cuando Díaz Covarrubias todavía era estudiante en el Colegio de Minería calculó y dijo públicamente que el 25 de marzo de 1857 ocurriría un eclipse de sol y que este sería visible en la ciudad de México. Toda la literatura disponible expresaba lo contrario, así que muchos criticaron su anuncio. Sin embargo el eclipse fue visible en México y ocurrió con tan solo dos segundos de diferencia  a lo predicho por Díaz. Al término del eclipse, fue ovacionado y terminó convirtiéndose en una especie de héroe popular.

Durante la entrevista entre el presidente y el geógrafo, la conversación se centra en la gran interrogante: ¿Era posible llegar al punto de observación a tiempo para el tránsito?  “francamente me asaltaban mil preguntas” escribe en su reporte final Francisco Díaz  “era posible que la comisión contase con el tiempo suficiente para trasladarse a una estación propia adecuada con la anticipación indispensable?  El viaje implicaba recorrer 4,000 leguas, la mitad de ellas por mar, en plena temporada de tormentas. Cualquier retraso arruinaría la carrera de los científicos involucrados y haría de México, la burla del mundo.

Un preocupado Díaz Covarrubias salió del despacho presidencial con el encargo de planear la primera expedición científica de México al extranjero, en momentos en que los astrónomos de países ya se encontraban en sus posiciones de observación o estaban a punto de llegar a ellas.