El Transito de Venus de 1874...II
5
semanas en tren… y una en barco
Venus pasaría por la
cara del sol el 9 de diciembre de 1874. Este fenómeno solo sería visible en su
totalidad en el norte del continente asiático y en el sur de las islas del
pacífico. Díaz Covarrubias elige buscar un punto de observación cerca de las
costas del continente y se decide por Pekín o Shanghai. De acuerdo con sus
informes, el geógrafo espera llegar a Pekín en 55 días. Si partían de México el
17 de septiembre, esperaban estar en China el 11 de noviembre, lo que le daría
tiempo suficiente de preparar adecuadamente dos observatorios y realizar los
trabajos previos.
A la media noche del
18 de septiembre, ya con un día de retraso del plan original, la comisión
mexicana sale por tren de la capital. Al llegar a Orizaba las malas noticias
comienzan a aparecer. Un telegrama los espera avisando que el vapor que los
llevaría a Estados Unidos no atracaría en Veracruz debido a una avería. Otro
barco, más pequeño y más lento lo sustituirían en la ruta, pero no tocaría
ningún puerto americano. Además, en el puerto se ha desatado una epidemia de
tifoidea. Para evitar un posible contagio deciden quedarse en Orizaba a esperar
el barco.
Unos días después,
otro telegrama les lleva la noticia que el barco sustituto ha llegado a
Veracruz. Resignados, los científicos mexicanos suben al barco y parten rumbo a
la isla de Cuba. Una semana después, Díaz Covarrubias y el resto de la comisión
se encentran en camino, rumbo al puerto de Filadelfia.
A punto de llegar al
puerto americano, nuevamente se ven en problemas, tal como lo relata el propio
Díaz Covarrubias: “a eso de las 6 de la mañana, llegó a abordarnos un médico de
la Oficina de salubridad que debía pasar la visita de costumbre. Como no había ningún
enfermo abordo, creímos que no habría obstáculo para desembarcar en Filadelfia.
Grande fue nuestra sorpresa cuando se nos notificó que por venir de la Habana,
infestada todavía por la tifoidea, quedaríamos en cuarentena durante dos días”.
Con un retraso así, sería imposible llegar a San Francisco a tiempo para tomar
el vapor al Japón. Viendo la misión en peligro, es el propio capitán del barco quien
habla con el médico y las autoridades del puerto tratando de encontrar una
solución. Las palabras del marino dan resultado y dos horas después los
mexicanos son autorizados a desembarcar.
Tras un viaje
“relámpago” la comisión mexicana ha
recorrido los 3200 kilómetros que separan Nueva York de San Francisco. En la
bahía fondea el “Vasco de Gama”, más allá el Océano Pacifico y tras él, por
fin, el continente asiático. Sin embargo el itinerario de los mexicanos lleva
ya una semana de retraso y las posibilidades de llegar a Pekín a tiempo
empiezan a verse amenazadas.
Dos
mil leguas de viaje marino.
Japón era en esos
tiempos una economía en desarrollo. Con algunos años de haberse abierto al
mundo, el país hacia grandes esfuerzos por cambiar sus ancestrales estructuras
para lograr la modernización del imperio. Junto a Díaz Covarrubias y sus
compañeros viajaban unas 50 personas que buscaban un futuro más provechoso.
Como lo esperaban, la
primera noche una tormenta cayó sobre ellos y los acompaño por el resto del
viaje. La fuerza del viento era tremenda, lo que provocaba que grandes montañas
de agua azotaran el barco cuyo vaivén alcanza los 90 grados de inclinación.
Aprovechando los
escasos momentos de calma y el tiempo del viaje, Díaz y los otros se pusieron a
trabajar adelantando algunos de los cálculos que serían necesarios para la
observación. La principal preocupación de la Comisión era el retraso, gracias a
los informes de algunos de los pasajeros, Díaz Covarrubias se enteró de que el
clima en Japón durante el invierno era muy despejado, además sus compañeros de
viaje elogiaban la gran cortesía con que el gobierno recibía a los extranjeros.
La oportunidad de que en Japón el transito sería visible en su totalidad y que
establecer en este país los observatorios permitía recuperar el tiempo perdido,
hizo que la Comisión tomara la decisión cambiar de Pekín a Yokohama el destino
final de la expedición.
Por su parte los
otros astrónomos observaban las estrellas para recopilar los datos que
permitirían establecer la posición geográfica de los campamentos una vez
establecidos. Los cálculos sirvieron además como entrenamiento en el cálculo
astronómico ya que algunos de los miembros de la Comisión no lo habían hecho
antes.