Son descritos como sujetos
aparentemente normales, personas
calladas que no se metían con nadie, hasta que de pronto inician una venganza
contra el mundo que les rodea. Cualquiera que se atraviese en su camino es una
victima potencial de su estallido emocional.
El dia de hoy Adam Lanza, de
20 años, entro en un colegio de Connecticut en la localidad de Newtown y tras matar a su madre mató a 20 niños de entre 5 y 8 años, en lo que es ya uno de los mayores asesinatos en masa de la historia
de Estados Unidos.
En julio de este año, durante el estreno de “Batman”, James Holmes ingresó a un cine
en Aurora, Colorado, disparó al público, matando 14 personas e hiriendo
a 50.
Un año antes , Anders
Behring Brevik, cargó un automóvil con explosivos y lo hizo explotar frente a las oficinas del gobierno noruego en
Oslo, matando a 8 personas. Dos horas
más tarde apareció en un campamento juvenil y durante 90 minutos disparó contra
cualquiera que se atravesara en su camino, al final 93 personas habían muerto. Sus amigos hablan
de él como una persona religiosa y conservadora.
Estas tragedias se suman a Columbine, Virginia, Port Arthur en Tazmania,
Jokela en Finlandia y Akihabara en Japón, entre muchos otras. Cada vez que un
crimen así sucede, el mundo entero se pregunta: ¿Qué salió mal? ¿Por qué una
persona puede acumular tanto odio contra
su comunidad? ¿ Hay forma de evitar que esto
vuelva a suceder?
La Psicología, la medicina y la sociología estudian estos casos tratando
de definir los factores que ocasionan un ataque así y lo más importante:
buscando las claves que permitan detener al siguiente asesino, quien sin lugar
a dudas ya camina por las calles de
alguna ciudad, como una bomba de tiempo esperando solamente la gota que termine
por derrame el vaso de su rencor.
Historia de un mal civilizado.
En Estados Unidos es llamado
“Spree killing” o “Rampage killing”,
en Malasia es conocido como meng-âmok , para los países nórdicos el
nombre es Berserk y en Puerto Rico le llaman mal de pelea. A final de cuentas
todos estos nombres definen un mismo comportamiento: la aparición de una
conducta violenta en la que una persona, sin una causa explicable, es poseído
por un impulso homicida y se da a la tarea de eliminar a todo aquel que se
cruce por su camino.
El doctor Manuel L. Saint Martin
en un artículo publicado en Journal of Clinical Psychiatry , explica que
este tipo de conductas fue descrito por primera vez en 1770 por el capitán James Cook en los diarios de sus viajes por
la polinesia. Cook describe que los meng-âmok (“loco de furia” en malayo) eran individuos
que se lanzaban en un frenético ataque contra otros miembros de la villa o
animales para matarlos o mutilarlos. Estos ataques involucraban un promedio de
10 victimas y terminaban cuando el sujeto era sometido, lo que involucraba
frecuentemente ser asesinado por otros miembros de la tribu.
En la mitología malaya, el ataque amok era causado por el “hantu belian”,
un espíritu maligno que se apoderaba del cuerpo de la persona y lo llevaba a cometer
los asesinatos sin que el sujeto tuviera conciencia de ello. Debido a que esto
era parte de sus creencias religiosas, las tribus de malasia veían estos
crímenes como algo normal, a pesar de sus trágicas consecuencias.
En años posteriores conductas similares se
observaron en tribus primitivas de Filipinas, Laos, Papua Nueva Guinea y Puerto
Rico. El Dr. Saint Martin
cita la descripción de un ataque ocurrido en 1846: “En la provincia de
Penang, un respetable anciano repentinamente comenzó a disparar matando a 3
villanos e hiriendo a otros 10. Fue capturado y llevado a juicio donde la
evidencia reveló que la esposa y el único hijo del anciano habían muerto
recientemente. Después de su perdida el
hombre había quedado mentalmente perturbado.”
Hasta 1849 la conducta era estudiada como una curiosidad antropológica
pero a partir de ese año fue clasificada como una condición psiquiátrica ya que
las observaciones registradas de estos crímenes y el estudio de los casos
revelaron que la mayoría de los asesinos amok presentaban algún tipo de
enfermedad mental.
Durante más de dos siglos, observaciones similares cimentaron la
creencia de que la conducta estaba íntimamente ligada a factores culturales que solo existían en estas
culturas. Para todos los entendidos la culpable de los asesinatos, era la
cultura malaya en la que se desarrollaba el homicida. Sin embargo al paso del
tiempo, los casos de ataques Amok disminuyeron y para mediados del siglo 20 ya casi
no existen descripciones.
Manuel Saint
Martin relata que el decremento fue explicado como el resultado de la
colonización occidental de estos pueblos y el consiguiente cambio en las
estructuras culturales. Inexplicablemente, al mismo tiempo, en las sociedades
industrializadas de occidente empezaron a suceder crímenes que tenían una gran
semejanza con el comportamiento Amok, pero bajo la creencia que la conducta era
un fenómeno cultural de tribus primitivas, dichos casos pasaron desapercibidos.
Es Joseph
Westermeyer, un psiquiatra americano de
la universidad de Minesota, quien retoma
la palabra y la utiliza como término psiquiátrico denominando “Síndrome Amok” este
tipo de crímenes. Actualmente la Organización Mundial de la Salud utiliza este
término para definir "un episodio aleatorio, aparentemente no provocado de
un comportamiento asesino o destructor de los demás, seguido de amnesia y/o
agotamiento. A menudo va acompañado de un viraje hacia un comportamiento
auto-destructivo, es decir, de causarse lesiones o amputaciones llegándose
hasta el suicidio".
En el ámbito
de la criminología el término utilizado es “Spree Killing” si bien su definición es un
poco vaga, de acuerdo con el FBI este tipo de crímenes implica dos o más
asesinatos cometidos por uno o más individuos sin un periodo de “enfriamiento”.
El concepto de “enfriamiento” es utilizado para distinguirlo de un asesino
serial quien comete un asesinato a la vez y después de un tiempo vuelve a matar.
A pesar de lo
que pudiera parecer, la estadística de estos crímenes no es muy alta. La
revista Time en un artículo publicado en 2007 a raíz de los homicidios en el Tecnológico
de Virginia explica que el índice de asesinatos en Estados Unidos en los que se
cuentan 5 o más victimas representa menos del 1% de todos los homicidios de los
últimos 25 años. Sin embargo esto no es ningún consuelo para la sociedad ni las
familias de las victimas que son golpeadas por un acto tan inexplicable e
inesperado como lo es un asesino Amok.
Cómo construir una bomba de tiempo.
Cuando se
estudian los casos de los asesinos Amok se descubre que el ataque no es una
situación que se produzca al azar o como resulta de un capricho. Es un caldo
que se cocina por un largo tiempo y tiene muchos ingredientes complejos. Las
personas no cambian a un estado violento solo por impulso, ni deciden enfrentar
sus problemas a través del uso de violencia, explica la Dra Mary Ellen O'Toole,
psicóloga del FBI, en su documento “The
School Shooter: A threat assessment perspective”
. Muy al contrario, el camino a la violencia es una evolución paulatina.
Desde las
primeras observaciones del Síndrome en Malasia, los homicidas Amok fueron
vinculados con algún tipo de condición psiquiátrica. Esta condición puede estar
dada por un problema mental o daños en el cerebro del asesino. Durante la
autopsia de Charles Whitman, un asesino Amok que en los años 60’s disparó desde
la torre de la universidad de Austin Texas, los forenses encontraron un tumor cuya
ubicación pudiera explicar su conducta violenta. Los estudios del cuerpo de James Oliver
Huberty, quien en 1984 atacó un Mc Donalds en San Ysidro California,
encontraron niveles asombrosos de cadmio en sus tejidos, probablemente a causa
de su trabajo como soldador. En su entrevista de salida, Huberty explicó que
renunciaba a ese empleo “porque los vapores lo estaban volviendo loco” .
Más comunes y
problemáticas que las heridas en el tejido cerebral han resultado las heridas a
la psique de estos personajes. Para el tirador de la Universidad de Austin, Charles
Whitman, los problemas comenzaron con la exigencia de su padre, un hombre autoritario
y difícil de complacer que demandaba sus hijos solo perfección. En su libro
“Spree Killers”el periodista Niguel Cawthorne relata que nada de lo que hiciera
Whitman satisfacía a su padre quien además era un golpeador que castigaba
físicamente los bajos estándares de su hijo. Los niños no eran las únicas
victimas del Sr. Whitman. Justamente este comportamiento violento fue la causa
del divorcio de los padres de Whitman.
Seung Hui
Cho, el atacante que causó la muerte a 32 personas en el Tecnológico de
Virginia, comenzó sus días siendo un infante frágil y enfermizo. Aun a sus 23 años el informe de la autopsia
registra falta de musculatura. En el informe preparado por el Panel que reviso
las causas y sucesos de la masacre para el Gobierno del Estado de Virginia se
analiza el abuso que recibía de algunos compañeros, debido a su timidez y su
forma de caminar. Además el informe recaba que su desarrollo emocional se
detuvo como resultado de un mutismo selectivo que le impedía cualquier
socialización, un gran problema cuando su concepto de éxito estaba basado en el
reconocimiento de sus compañeros y maestros.
Los motivos del lobo
La autoestima
es un gran componente de la maldad es la tesis que presenta el Dr. Roy F. Baumeister,
profesor de psicología e investigador de la Universidad Estatal de Florida en
su libro “Evil: Inside human violence and cruelty”. Según el Dr. Baumeister la
gente que comete actos malévolos tienden a tener un irreal concepto de ellos
mismos y cuando esta imagen es atacada tienden a desquitarse de manera
desproporcionada.
Para W.
Walter Menninger, Director de la Clínica Menninger y miembro distinguido de la
Asociación Americana de Psicoanálisis, el camino a la violencia comienza cuando
se mal interpreta el estímulo de una frustración o un daño que puede ser real o
imaginario. El estimulo es interpretado como
una amenaza al individuo con lo que se desencadenan varios grados de
ansiedad y la sensación de estar en una situación que implica “pelear o huir”.
Dependiendo de la intensidad del daño o amenaza y estado de la autoestima, la
respuesta puede ir desde enojo a furia y de ahí a una conducta violenta. Este
tipo de asesinos explica Menninger por lo general poseen una historia de
fracasos ya sea en sus relaciones sociales, su trayectoria laboral o
estudiantil.
Los asesinos
masivos son personas muy frustradas y la respuesta inmediata ante la
frustración es la agresión explica la Dra. Feggy Ostrosky, Directora del
Laboratorio de Neuropsicología y Psicofisiología de la Facultad de Psicología de la UNAM. Debido a problemas psicológicos o
neurológicos la agresión no es manejada adecuadamente y se manifiesta en
sentimientos hostiles que van creciendo con el paso de mucho tiempo, hasta que
una situación cotidiana o la acumulación de tanto odio por tanto tiempo, hacen
que la víctima se vuelva victimario.
Los asesinos
masivos ven en sus víctimas al enemigo a vencer. Culpan a la sociedad de su
frustración y tales situaciones los
llevan a un encuentro final con la fuente de su frustración es decir la
sociedad, o las instituciones ( la oficina o la escuela). Para poder acabar con
lo que más odian, ellos mismos, primero deben destruir a otros que representen
lo que no ha podido obtener, lo que ha perdido o lo que el mundo les debe. El
odio que sienten por ellos mismos es transferido a las victimas que el azar
pone a su alcance.
Es como estar
en arena movediza, entre más luchan por recuperar el control más se hunden en
la espiral de fracaso. Hasta que llega un momento en que el enojo es demasiado
y la necesidad de estar en control aunque sea una sola vez más se vuelve la
única meta en su vida. Es por esto que una vez tomada la decisión, la
planeación del ataque es algo con lo que el asesino fantasea. Planea y se
prepara semanas meses e incluso años antes de que ocurra el tiroteo. Las armas
y la planeación son justamente la ventaja que el Asesino Amok utiliza para
cambiar la relación de poder con que interpretan su realidad. Al momento de
llevar a cabo su plan, ellos son los que tienen el control y el poder de la
situación en sentido opuesto a como perciben su entorno.
Sin embargo
el plan nunca va más allá del tiroteo, y es que no desean sobrevivir al ataque.
Casi todos los crímenes de esta naturaleza terminan con la muerte del perpetrador,
ya sea por propia mano o por la intervención de la policía. La razón, explica
la Dra. Ostroski, es que la ira contenida es tan grande que agredir a los demás
no es suficiente y voltean la agresión hacia ellos mismos por lo que terminan
suicidándose o haciendo que los maten
Vacunas contra la violencia.
Una vez que
los servicios memoriales terminan y la prensa extrae hasta el último mórbido
detalle de la matanza, son los investigadores en psicología forense, los neurólogos
y los comités especializados quienes quedan con la más importante de las tareas:
evitar que un hecho así se vuelva a presentar. A lo largo de estos últimos 10
años, el trabajo más importante ha sido el generar un perfil que permita
identificar a las personas susceptibles de caer en el Síndrome Amok, sin
embargo la labor no es sencilla A pesar de que estos individuos presentan una
serie de conductas antes de atacar, construir su perfil puede ser muy
problemático, explica el sociólogo de la Universidad John Hopkns, Joseph Gasper.
Si se observa algunos de estos perfiles, se encuentran características que
corresponden a un gran número de personas muchas de las cuales jamás han
pensado siquiera dañar a su comunidad. Por otro lado, generar el perfil para
estudiantes jóvenes como los que cursan la preparatoria, resulta muy difícil
pues porque emocional y psicológicamente aun no se han terminado de
desarrollar.
Algunas
respuestas parecen estar en el desarrollo de políticas más estrictas para el
control de armas y el seguimiento cuidadoso de pacientes diagnosticados con
desordenes psicológicos y emocionales. En Estados Unidos la política es tomar
en serio cualquier posible amenaza, nos cuenta la Dra. Ostroski, En las
escuelas y universidades se monitorean las redes sociales y el internet y en
cuanto un estudiante genera un texto o un comentario que implique conductas
violentas se atienden de inmediato, la prueba de su efectividad es la notable
reducción de episodios Amok en las escuelas norteamericanas.
De todas las
emociones humanas, la ira es una de las más humanas, la que peor manejamos y la que nos mete en
más problemas. La tarea de evitar que algunos individuos alcancen niveles de
frustración tan peligrosos parece complicada en una sociedad competitiva, fría
y regida por la supremacía del más apto . Pero si en Malasia, la entrada del
siglo XX pudo poner fin a los ataques Amok, significa que, oculto en algún
lugar de la sociedad occidental, existe un rasgo que contiene la solución.